Saturday, September 19, 2009

Me sorprende el poder llegar a ser así, pero creo que hoy conocí un lado nuevo de mí.

No diré qué ha sido, pero me ha dado un poco de miedo y mucha satisfacción propia.

Dormiré ahora, tratando de evadir lo que hoy, después de las 2, aconteció.

Sunday, September 13, 2009

Silente.

El silencio repta sigilosamente bajo mi cama, se va alejando de la puerta, camina hacia mí y me empieza a enloquecer. Música. La necesito. La pongo, y es inútil, el silencio sigue allí, asechando, corrosivo. La ausencia de un ser inexistente, de un hombre que jamás conocí en realidad. La necesidad de un roce me aqueja, se materializa, es serpiente y se une al desgraciado lagarto que, silente, fija sus ojos en los míos y hacia mí avanza, paso a paso, cada vez más cerca y cada vez más dañino. Necesito oír su voz, que mi piel sienta el frío roce de la suya y que lentamente nuestras palabras se pierdan en un saco de esperanzas vacías. Así, lo necesito. Qué patético.

Vuelve a mi cuerpo ese sentimiento extraño, como de soledad y nostalgia, que por más que intente simplemente no para de estrecharme, te quemar mi piel con sus sucias manos. Lo quiero lejos, pero el disfruta mucho de mi maldita compañía. Desearía ser menos atractivo para ese horrible pesar, y ser lo suficientemente bello para uno mejor. Quizá me lo merezco, pero lo más probable es que no. Quién sabe, solo el destino dirá cuándo se aleje de mí esta desgracia. Hoy, mañana... en un año, ¿o en una vida?

Déjame contemplar en paz mis propios recuerdos, silencio de mierda, y aléjate de una vez por todas de mi cuerpo, de mi ser y de mi memoria. Ya no te quiero, ya me cansé de ti, y de tus cálidas caricias que me hacen arder el alma con ese sentimiento que a ti traes pegado. Ya no quiero ser tu amante fiel, ya no quiero ser aquél que en ti se refugia y el niño débil que se resigna ante ti. Quiero gritar y hacerle saber al mundo que no me daré por vencido hasta que sobre tu tumba pueda llorar tu ausencia. Por ahora, te quiero lejos, si no muerto, y que dejes a este perro descansar en un idilio que perdure. Ruido, eso es lo que necesito. Melodía, mas no ruido.

Siguen ahí tus ojos amarillos, y junto a los tuyos vienen las amenazadoras fauces de la nostalgia. Te odio, te aborrezco.

Monday, August 3, 2009

Hoy.

Y qué buen día ha sido hoy, un día que no pensé que llegaría. Aún ansío el día de hoy, como si en verdad no hubiese pasado, como si todavía la realidad no me abofeteara para aclararme que, efectivamente, sucedió.

Gracias, finalmente ocurrió.

Wednesday, July 15, 2009

Rouge

Estoy aquí, sentado en una silla que no es mía, en un mundo que no me ha visto sino hasta hoy y que probablemente no me volverá a ver jamás. Estoy sentado aquí, oyendo la dulce y aguda voz, marcada por el acento de la tierra de llanuras extensas, petróleo y fuertes convicciones políticas, de una mujer que no conozco, pero que siento me conoce a mí. Mi espalda se encuentra adolorida, mis ojos cansados, mis ánimos indecisos y en el corazón tengo la leve sensación de que algo no anda bien.

Leo para que el tiempo pase más rápido. Funciona por unos cuantos minutos, pero luego ese gigante de cerúleos ojos se tuerce y se desdobla, haciendo que mis segundos parezcan horas, y las horas no pasen. Parece que he estado sentado aquí toda mi vida, ya reconozco cada centímetro de este rojo salón, adornado con un lúgubre candelabro que proyecta su débil luz sobre el mantel color helado de vainilla con un poco de salsa de chocolate, ya gastado por el uso, e impregnado con ese característico olor de mesa de hotel. Me encuentro entre paredes pintadas de rojo pálido, y entre tapetes de la misma tonalidad adornados con arabescos extraños que le dan un aire de infinidad al piso. Conozco la cara amable de la que está sentada a mi lado derecho, su mirada fija en el cuaderno que ha sido su ventana al mundo de afuera, su solaz perdido entre este mundo de "Responsabilidad Social" y de caras de empresarios importantes, algunos dobles, otros de buen corazón. Me pregunto de dónde viene, y qué hace aquí, quizá ella haga lo mismo, no lo sabré nunca, es probable. Sigo aquí, contemplando el dorado del gigante que se asoma por entre las ranuras del centro, siendo el protagonista tácito de este salón lleno de preocupaciones y de pancartas publicitarias, cuyos colores se mezclan con la cara amable y un poco fingida de los demás expositores y de la mía.

Se oyen sonidos de porcelana que se golpetea y se cae, no se ha roto nada, lo sé, el estrépito no es grande. Extraño el color del sol, su calor en mi nuca, y quiero salir de aquí, sin embargo, estoy atado por mis propias palabras y promesas. Promesas, qué palabra más hipócrita, más vacía y sin embargo llena de un significado que muchos ni siquiera conocen, y cuyos ojos se nublan con una nube negra y marina sin conocer. "Promesas", y cuántos vástagos de una misma madre. "Promesas rotas", "promesas eternas", "promesas vacías", "promesas esperanzadoras"... cuántas promesas y cuánta mentira.

Sentada está en la esquina, donde el color de las paredes recuerda aquél descrito en los libros de fantasías, la negra sangre, que no es negra por color sino por su significado. Sentada se encuentra, sola, contemplando su ventana al mundo. La observo, y no nota mi mirada inquisitoria, y sin embargo se la ve aburrida. Qué curioso es cuando un personaje que no conoces hace más de 6 horas logra entrar en tu mente, así sea por un día, y no se va. Su cabello castaño con iluminaciones de color oro gastado cae delicadamente sobre su chaqueta negra de paño, que abierta está y deja ver si sencillo vestido de rayas del mismo color de la chaqueta y de su "contra parte colorífica"...

¿Qué pasa? Me llaman. -Tú- ha dicho desde el otro lado del sanguíneo salón una mujer de facciones fuertes y zapatos negros. Siento en mi estómago una mezcla de sensaciones extrañas, entre ellas un vacío insensato que reconozco como hambre. No he comido, lo recuerdo ahora, desde que llegué acá con mi mochila y mis tenis (que de por sí contrastaban horriblemente con la imagen general del carísimo hotel) buscando el salón en el que ahora me encuentro. -Ven acá.- dice. Me levanto con el computador en las manos y cuatro celulares en mis bolsillos que ahora pesan más de lo que sentía antes, gracias a la fuerte voz de la dama que me llama. Me deslumbra la cantidad de personas que frente a mí visualizo ahora que puedo ver claramente qué hay detrás de las puertas de madera oscura y melancólica que hace ya más de 4 horas he estado viendo frente a mí. Es un mar de trajes y adornos para el cabello. Un mar rojo de personas cuyas atenciones todas están fijas en el personaje un tanto cómico, pero muy serio, que habla frente a ellos con sus manos puestos en el tejido compartimiento (seguro de seda) del saco que lleva puesto, y que deja entrever la hermosa corbata color carmesí de este anciano valiente que se enfrenta a la cara de las cientos de sombras aquí reunidas. Su voz, suave y senil, y con pésimo acento anglosajón retumba en las paredes altas cual gigantes que observan, inclementes, la congregación de almas en pena que hoy se encuentran fuera de su casa y en mansión ajena. Camino por entre las mesas, tratando de localizar al hombre de traje negro (como si no hubieran de por sí decenas de ellos entre estas cuatro paredes) que me dirá en que mesa me he de sentar, evadiendo las miradas de los presentes a la reunión. Me deslizo, cauteloso, por entre las mesas, mis movimientos fluidos y suaves (me siento como si fuese una presa que huye de una víbora hambrienta) hasta llegar al cabello corto, ancha espalda y zapatos de charol negros que decidirá mi destino por ahora. Me muestra una silla vacía en una de las muchas mesas, cercana está a la pared y me siento en el acto. No digo nada, no quiero decir nada.

De repente se acerca a mí un caballero con una bandeja que deslumbra al verla llena de cosas que logro distinguir fácilmente. Se le nota cansado, y un poco desilusionado. Le dedico un dulce "gracias" cuando me sirve al frente la deliciosa comida, y su cara se ilumina con una gran sonrisa. Devoro de prisa y tratando de mantener las apariencias (qué estupidez, lo sé, pero quiero hacerlo, sólo para probarme a mí mismo). Pareciera que este ser, con sólo un gesto, ha alegrado mi día. Sigo escuchando al ponente, y cuando ya me veo hastiado de su charla me decido por volver a recorrer la habitación (esta vez con pasos marcados, apurando el paso y haciendo bastante ruido) y llegar a las puertas que dan a la habitación contigua, donde me espera aquella dama de vestido negro.

Se nota preocupada, y al ver que me reprocharía luego el no haberle dedicado unas cuantas palabras, me le acerco y con mi suave voz pronuncio las palabras que han de desatar en ella un gran torrente de desahogos y de palabras sin sentido. La escucho atentamente, ya que siempre es bueno escuchar cómo se sacan del pecho las horrorosas espinas que va creando la vida. Al empezar a hablar ya no puede parar, se le nota cuánto tiempo se ha quedado callada, como hasta hace poco lo estaba y como de seguro, sin mi intervención, hubiese seguido. Una vez más soy el saco de arena.

Todo ha acabado ya. Salgo del salón de reflejos color vino tinto, a las calles cuyo ruido extrañé, y que ahora disfruto de manera extraña. Subo a un taxi y me dispongo a enfrentar de nuevo una tarde más de las muchas otras que he tenido que vivir con el simple recuerdo de un amor frustrado y con la esperanza de algún día encontrarme en una silla que sea mía, leyendo un libro junto al alma solitaria que comparta su soledad conmigo. Es una esperanza más, en un saco de lana tejido por el pobre destino.

Tuesday, July 7, 2009

Este devenir de posibilidades...

En este devenir de posibilidades y aprendizajes muchas veces creemos que las casualidades del destino y los giros inesperados del mismo nos forman como personas, y creemos que todo el mundo siempre trata de hacernos crecer como seres humanos, ¿cierto?

Pues, resulta que últimamente me he estado cuestionando mucho sobre la veracidad del último párrafo. No sé por qué, pero es así. Y la inexistencia del tiempo no ayuda. Se supone que el tiempo ayuda a curar todas las heridas, pero... ¿qué si el tiempo no existe, se podrán sanar algún día todas las heridas de este corazón roto, de este cuerpo débil y frágil que pretende ser de hierro? De nuevo, no lo sé.

Perdona, hoy me siento un poco sentimental, y no puedo evitarlo. Huir de los problemas y de tus propios pensamientos es un grave error, creo. Y es que... son tantas cosas, tantas vivencias, tantas situaciones incómodas y esas hermosas miradas, esos besos, y su forma de ser que me hicieron a...m... no no quiero seguir pensando en ello. Realmente quisiera sacarle de mi mente, pero... lo siento, hoy me sé sentimental.

Hoy vi a mi hermana llorar, la vi sufrir tremendamente por un amor que por muchísimo tiempo la hizo infinitamente feliz. Y yo, yo no quiero caer en ese sufrimiento. ¿Por qué tiene que ser la felicidad tan efímera? ¿Acaso, acaso es que no nos merecemos ser felices? ¿Por qué es la vida tan injusta con una persona tan valiosa y hermosa como ella? No lo comprendo... realmente, me turba.

Friday, June 26, 2009

Jamás volvió

Lo estaba mirando, como lo había hecho tantas veces, cuando no quería hundirse en su propio mundo; cuando él estaba allí, tan perfecto, tan idóneo para ser visto. Y hoy, hoy no era la excepción, él se encontraba allí, con su saco de lana, sus zapatos gastados, y su gorra azul, intercalando miradas hacia la eternidad y ojeadas al libro de turno. Era tan divertido verlo, era un solaz extraño que había hallado una tarde de Abril, cuando se encontraba sentado frente a él, y sin siquiera darse cuenta, le vio por vez primera. Nunca se había atrevido a hablarle, ¿para qué dañar tan hermoso sueño, tanta perfección, con palabras que ni sabía decir? Nunca, y no planeaba hacerlo.

Lo seguía mirando. Se empezó a preguntar qué pasaría por la cabeza de tan extraño ser.

Se percató de que él se movía, y de la nada, sus miradas se encontraron. Vio sus ojos, y ya no pudo bajar su mirada. Se quedaron el uno frente al otro, con casi un campo de fútbol de distancia entre ellos, atónitos, sorprendidos por tan extraño suceso, por esa mirada que simplemente se había escabullido y que ahora los aprisionaba a los dos. Ya nadie más existió, sólo existía para ellos la sombra del otro, la sombra y nada más. Sin dejar de mirarlo, él se paró. Se acercaba lentamente, y con cada paso que daba su corazón se agitaba aún más. Sonaban las suaves pisadas en el pasto mojado y verde, y de repente, se sentó a pocos centímetros suyos. Ni un sólo segundo dejó de mirarlo, y no pronunció palabra alguna. Simplemente se sentó a observarlo y a recorrer con sus dulces ojos la inmensidad de los suyos.

Sonrió. Y se dejó llevar por su mirada, que llevada de un fino hilo tejido con su respiración se supo un beso. Cerraron sus ojos, y se dejaron llevar por el deseo, por el calor que sus cuerpos despedían. Suspiró entonces, y supo morir en los brazos del otro. Él se levantó y se fue. Jamás volvió, quizá nunca estuvo.

Wednesday, June 24, 2009

Hundiéndote, hundiéndome.

Veo en su mirada la tristeza y la melancolía de un niño pequeño. ¿Qué mira? ¿Acaso qué objeto tiene el honor de ser escogido por él como objeto de sus pensamientos y de sus ilusiones, quién, acaso, se roba sus pensamientos y el calor de su mirada?

Tu cara no está rígida, sin embargo, no es cálida como las otras veces. Qué no daría por saber qué estás pensando, y saber el porqué de tus labios apretados, de tu mirada perdida. Quizá todo sea una ilusión perpetuada por ti, Sueño mío, Sueño ajeno. No puedo más que pensar que esos ojos nunca fueron míos, que no era yo quien te hacia sonreír, que simplemente todo fue una ilusión que me encargué de tejer, y que tú mantuviste de manera perfecta, casi sin que me diese cuenta, cual si fueses un actor, ese excelente actor que eres.

Lo veo, lo dejaré ir, es verdad... pero por ahora, me hundiré en el vértigo de las memorias llenas de arena y de sal de una lágrima derramada.

Thursday, June 11, 2009

Una Mala Despedida a una Gran Habitación

Hoy me encuentro aquí sentado en el lugar que mejor conozco, mi habitación. Hoy, la dejaré para no volver. La veo por última vez, y observo con cierta melancolía cada uno de los centímetros del cuarto, sin sorprenderme, ya que los tengo grabados con tinta indeleble en mi mente, y jamás podré olvidar los. Es increíble que me mude, que mañana no entraré por esta misma puerta, a este mismo espacio, ni a esta misma casa, este hogar; pero aun así tendré que aceptar la innegable verdad, habré de cerrar este intenso ciclo.

Mi mirada empieza a recorrer el piso, que se abriga del frío con una gruesa manta de polvo y pedazos de papeles, envoltorios de dulces y puntas de lápices rotas. Me acuerdo de cómo, hace ya más de dos años, tuvimos que cambiar la horrible alfombra (triunfo personal, eso sí) ya quemada muchas veces por la plancha -que yo mismo me encargaba de plantar en el piso cuando su cara ya ardía con un hermoso color naranja (ese naranja característico de los atardeceres), sólo para disfrutar cuando la lana se chamuscaba y se retorcía en sollozos ahogados bajo la inclemente superficie de metal hirviendo-, por baldosas que imitaban la madera (muy mal, por cierto, pero a mi madre parecían gustarle... je, pensar que ahora tiene 50 metros cuadrados de madera cortada y hecha piso para su disfrute). Sentado en el piso, recorro ahora las paredes, sucias, pintadas y rotas, y disfruto de cada una de las permanentes marcas en ellas, siendo yo el autor de todas ellas, y todas ellas guardando detrás su propia historia. Me acuerdo de cuando pegué en la pared (con cinta cuyo rastro de pegante industrial todavía se distingue si lo miras a la luz, y en una lengua que solo yo comprendía (ya que me encantaba crear mis propias lenguas)) la fecha en que "me cuadré" con mi primera, y hasta ahora única, novia... Ella solía ser tímida, pero cuando hablábamos era como si dentro de sí tuviese cientos de cosas e historias increíbles para contar. Era un amor de niños, nada serio, pero marcó mi vida. Y ahora, cada vez que veo la pared (que ya no volveré a observar jamás), no puedo evitar que una sonrisa se esboce en mi cara.

Me detengo a contemplar la luz que despide mi bombillo; incluso ahora que me voy, lo sigo odiando. Cuántas noches tratando de leer recostado en mi cama dejó de cumplir con su labor de iluminar, y lo oscureció todo. Hoy trataré de perdonarlo, fingiré hacerlo, para después poder reírme de su mala ubicación de nuevo.

No puedo creer que sea tan grande. Siempre me pareció que mi cuarto era demasiado pequeño, pero ahora, sin los estorbosos muebles, veo cuan grande es en realidad. (Supongo que no soy el único que lo ha notado, pero igual, me siento especial). Siento cómo se escurre lentamente una lágrima por mi mejilla, como si mi cuerpo luchara con desespero para dejar un rastro más, una huella más profunda en este sitio. Recuerdo las muchas veces que lloré, solo y encerrado, en mi cama; no sólo soy yo quien mejor conoce mi cuarto, es él quien más me conoce a mí también. Ahora ya no es una sola, son muchas las gotas de rocío salado que se precipitan hacia su final destino. Lo extrañaré sin duda, pero me dispongo a salir por la puerta que tantas veces me sintió entrar; y a dejar atrás todos los recuerdos de una infancia que no fue mía, de un lugar que para mí ya no existirá más en el momento en que pise fuera de él.

Maldito

Estás tarde, como siempre, y lo peor es que no puedo sino esperarte. Desearía poder irme, poder pararme y dejar atrás la gran edificación de ladrillos que tengo a mi espalda. No entiendo por qué siempre llegas tarde, y puede sonar muy al estilo de los que cogen el dentífrico por la parte de abajo pero, es horrible cuando llegas tarde. Me sabes ínfimo, lo sé, detestable quizá. No comprendo por qué me afecta tanto, por qué no lo puedo racionalizar (para de esa manera encontrar un pequeño alivio en la comodidad de la razón sin fundamentos). Quizá estés perdido... no, conoces muy bien el centro de esta ciudad como para perderte; quizá... ¿un trancón?, quizá. Tal vez sea un compromiso (claro, ¿quién soy yo para hacer parte de tus prioridades?)...

¿Por qué no llamas? ¿Por qué no me haces saber de tu existencia?... cuarenta y un minutos y sigues tarde, prontamente será una hora... Maldito sea el tiempo que de ti me separa. Maldito seas tú, amor mío. Maldito.

...

... Y así ser el suspiro que sale cual paloma blanca de tu boca, y viaja por el tiempo, por cientos de campos de fresas con olor a rosa, y que luego se posa en la rosa abierta de mi pecho, esa rosa que irremediablemente dejar ir el vino de la vida, la sangre que por tanto tiempo ansió recorrer tu cuerpo, que ahora recorre el mío, y así ser música, ser pasión, ser un nosotros, no un yo, no un tú, ser polvo de tiempo...

Se sentía pesado

Hace tiempo que no encontraba él, en un día como este, una pereza que se le pareciera...

Se sentía pesado, increíblemente pesado, como si durante la noche cientos de pequeñas arañas metálicas hubiesen tejido telarañas por todo su cuerpo. Veía cómo el mundo se movía a su alrededor, y se sorprendía de cuan fugaces eran las sombras y las luces que fluían, cual río vertiginoso, por los bordes de su balsa de madera, de su cama de pino y roble. Ese día especial su lecho se sentía sumamente placentero. Sus suaves manos, hechas de algodón, seda blanca y fibras sintéticas lo acariciaban como jamás lo habían hecho. El suave roce se podía comparar con el de una hermosa mujer tropical con olor a fruta. El colchón, más bien yacija, en la cual se encontraba postrado hace ya más de medio siglo, ese día, en vez de repudiarlo, lo abrazaba, lo sabía suyo. Por fin, después de tantos años, se podían aceptar mutuamente. Podían por fin vivir -o para ser más exactos, morir- en paz.

Ese día de tanta pereza , de tanta pereza por seguir luchando en vano por la vida, pudo encontrar el descanso que tanto había perseguido en vida, pero que hoy se le presentaba tierno, entre las mantas azuladas de la dulce muerte.

Cine

Me siento extraño. No sé por qué, pero siento en mi interior una soledad, un vacío, que me carcome las entrañas. Siento como si un torrente de agua gélida fuese lo que por mis venas corre, y no la dulce tibieza de la sangre. Siento su presencia, pues está a tan sólo centímetros de mi cuerpo, sin embargo, él no está conmigo, y yo, no estoy más que con un cadáver, frío, extraño, inmisericorde. Su cuerpo no busca al mío, y decido no buscar el suyo, pues es como si ante la danza de luces frente a nosotros, yo cesase de existir. Tengo ganas de que por mis mejillas empiecen a recorrer las cientos de miles de pequeñas hormigas de agua salada que ya tan bien conocen las asperezas de mi piel, y que tanto me han acompañado estos días, mas no, no lo haré. Quiero mantener mi estúpida y pétrea imagen. El viento se lleva la triste reminiscencia de mi interior de hielo, pero mi cara sigue firme. No. No lloraré por ti, no. No frente a ti.

Thursday, June 4, 2009

Just One More Chance

Hace ya un tiempo quise escribir bajo el manto del insomnio y en inglés. Hasta ahora vuelvo a encontrar este escrito, así que, "enjoy".

And so it happened. He came to my door, wearing that dirty white shirt, those old and ragged shoes I quite hated, that hat (oh! that stupid hat that sickens me), and in his right hand a sad rose that slowly died. He was there, he was really there, and I couldn't believe it. He had promised so many times that he'd come, so many nights did I wait awake for him to knock on my door, waiting for him to appear suddenly; and now that he was there my mind couldn't find a logical explanation to what was happening. He was soaked, as well as I, the only difference was that I wasn't wearing any clothes. Why was he there? Why, after so much time, was he standing right before me, piercing with his glance my naked body and my frightened soul? Why now, when I had finally believed my own lie, thought my own illusion to be true?
He kept on glancing me. It was frustrating, and I loved it. He decided to step in, but I stopped him, gently pushing him backwards with my long and fragile fingers, and I felt how his chest –where my hand was placed– relinquished to move on. He now focused on my hands, and I felt his warm stare on every fiber of it. I felt how he longed to hold those hand he had held on his so many times before, so many times before, so many times… He started to drive his eyes from my hand up, until he paused when he reached my eyes again. His crimson lips called me, his unshaved beard recited my name, his hands couldn’t repress the hope of touching me one more time; he desired me. His chest breathed once more, and this time he broke my strain, and came rushing in like he had done the first time, when we met on the classroom and played as if life was to end the next day. He held me on his arms, and reached for my lips…
It all happened; we fought in a game of naked bodies, in a game of hands and lips, all night long. All night long did we die and find rebirth in each other’s existence; all night long did we hand ourselves to the fantastic illusion of love, of fake passion, of something we knew we would never find, not again, not after this night.
I woke up. He was there. He slept while I studied his body, inch by inch, like if it was the first time I saw it. I knew I had killed him. I didn’t feel any remorse; there wasn’t any feeling that could enter my heart in that moment, for it was cold, as his was. No love, no sadness, no faked passion, no hate. Where was I? What time was it? I stood up, and reached for the door as I remembered with a lingering misery his face the night before, he was smiling. He was smiling. He had never smiled, not even once. Did he know he was going to die that night? Did he smile because he would finally die in the arms of one who loved him once? Did he smile because I, and only I, was going to kill him? I left the room, undressed, and opened the window that led to the balcony. There was I, a single human, a single sinner. And so, I jumped to the emptiness of Paris.

--His body didn’t produce any sound when it reached the pavement...

-- Those that die because of an empty love were never alive in the first place.

Thursday, May 28, 2009

Mi Máscara

Me sorprende con qué facilidad voy cambiando de máscara, como si la vida fuera sólo un juguete de esos en los que simplemente cambias las piezas, de esos en los que el juego consiste en hacer de una cosa, algo diferente. Es intrigante que me amolde tanto a las situaciones, a las personas, a los lugares, y en general al mundo, y sin embargo no me siento uno con él. Es como si yo fuese un pedazo de plastilina, con el cual se pueden hacer cientos de cosas, el cual sólo necesita unas manos que lo moldeen y que retuerzan, añadan, quiten, peguen a su gusto. La plastilina sigue siendo la misma, y es ese que la moldea quien ve la simple ilusión creada por sus propias manos (y se siente satisfecho), mas es ella la que realmente se divierte al ser moldeada. ¿Seré plastilina?

Me encantan los gatos, no sólo porque sean animales míticos y sombríos, además es que ellos no han aprendido el absurdo concepto de las dicotomías.

Sunday, May 24, 2009

Diálogo de Dos Personas Hablando en un Parque, o un Café

- No estás aquí, así que vete.
- Piénsalo bien, si no estoy aquí, ¿me puedo ir acaso?
- Podrías dejarme en paz, salir de mi mente, esfumarte de una vez por todas; dejar de atormentarme y dejar de aparecerte en todo lugar y a toda hora. Podrías hacer que tu recuerdo huyera, sin embargo no lo haces, no lo quieres hacer. ¿Por qué?
- ¿Por qué qué?
- ¿Por que insistes en que tu recuerdo me persiga? ¿Por qué haces que te vea en cada rostro, en cada puerto, en cada nube, en cada pedazo de mi vida? ¿Por qué insistes en quedarte como una estaca clavada en mi pecho y en mi mente?
- ¿Acaso de incomoda?
- No lo sé.
- Acaso deseas realmente que me esfume?
- Sí... No, no sé, quizá... sí, no...no lo sé. ¿Por qué insistes en confundirme? ¡¿Por qué?!
- No te tengo que dar explicaciones.
- ¿Si a mí no, entonces a quién?
- A nadie.
- ¿Cómo puede ser?
- Simple, yo no estoy aquí, ¿lo olvidas?
- No eres más que un desgraciado.
- Y siéndolo logré cautivar a tu corazón, ¿no?
- ¿Por qué lo hiciste? ¿Acaso tu único propósito es el de herir a las personas? ¿Por qué quisiste cautivarme?
- ¿Acaso no lo sabes?
- No.
- Bien.

...

- ¿No vas a decir nada?
- ¿Para qué? En fin y al cabo no me vas a escuchar.
- Sí lo haré.
-No, no lo harás. Te conozco muy bien, y sé que no me escucharás. Podrás oírme, pero jamás me escucharás.
- No me conoces.
- ¿No te conozco?
- ¿Me conoces?
- Dime tú.
- No, dime tú.
- Tu color favorito es el verde, te gustan los columpios, te gusta escribir, y el olor del pasto.
- Cierto.
- Te conozco, por eso lo sé.

...

- Muy bien, supongamos que me conoces.
- Bien.
- Ahora te pregunto, ¿te conoces tú?
- No lo sé.

...

- ¿Por qué lo haces?
- ¿Hacer qué?
- Entrometerte en mi vida, cuando para ti ya no soy nadie.
- Pero tú mismo has dicho que yo no estoy aquí, y no estoy.
- Es cierto, no estás.
- Lo sé.
- Te equivocas, no lo sabes. Jamás lo sabrás.
- ¿Por qué?
- Porque ni yo mismo sé si estás o no.
- Tal vez tengas razón.

...

- El café está amargo.
- ¿Quién te asegura que lo está? ¿Confías en ti mismo, y en que sabes con precisión que el café está amargo?
- No, pero para mí está amargo.
- ¿Igual que tu vida?
- No, igual que la tuya.
- ¿Cómo puedes saber a qué sabe la vida de alguien que no está?
- Sólo sé que nada sé. Pero, lo sé, porque no estás aquí, eres solo un juego de mi imaginación, y de mi corazón.
- Veo. ¿Sabes?, quizá deje de molestarte después de todo.
- Me das asco.
- Me amas.
- Lo sé, por eso me das asco.
- El aire huele a café.
- No, huele a campo, huele a mujer.
- Te equivocas, huele a hombre, huele a ciudad.
- ¿Y qué importa? Es el mismo olor.
- Quizá tengas razón.

...

- Ahora sí, vete.
- Recuerda que nunca estuve.
- Adiós, para siempre. Adiós.
- ...

Wednesday, May 20, 2009

Sentada en un Café


María se sentó sola en ese café, sola, como lo había estado toda su vida, sola, como la trajeron al mundo y como habría de partir, sola. Se sentó a contemplar a los transeúntes, a las cientos de sombras coloridas, sin rostro, que inmunes a su dolor pasaban de largo, sin verla, absortos en sus vidas.
Mientras tanto ella seguía sola.
Contempló a los espectros, pero se fijó en uno muy especial. Él estaba sentado al otro lado de la calle, en el café que a ella disgustaba, en ese sucio establecimiento en donde el café era demasiado amargo, y donde el pan siempre estaba duro. Sin embargo, él se encontraba allí. Él ojeaba una revista, o quizá un libro, quién sabe. Sus ojos color miel le recordaban el dulce néctar que por las noches su madre solía preparar. Su cabello negro tenía un algo especial, algo que nunca supo describir.
Sola, sentada en esa triste e incómoda silla. Sola, por vez primera, se sintió acompañada. Sola, sintió su roce, sus labios, su mirada. Sola fue consumida ante la ilusión de llegar a tener entre sus brazos a aquel hombre que la había cautivado. Y sola se fue de este mundo, arrastrada por la briza taciturna de una mañana de Abril.

(La imagen se llama "Coffee for Mr. Klimt" y no fue hecha por mi ni es de mi posesión)

Friday, May 15, 2009

Cómo Juan fue Devorado por las Ranas

Estaba acostado, contemplando la solemne inmensidad del cerúleo cielo, entre gigantes de color marino, y entre pequeños y escurridizos entes; absorto en sus pensamientos. Sentía cómo, en sus pulmones, entraba el aroma del pasto que irrumpía en su ser y luchaba por encontrar un lugar en lo más profundo de su cuerpo. Podía oír su respiración, constante y lenta.

De repente, cientos de haces de luz verde empezaron a invadirlo. Trepaban sin piedad su cuerpo, desgarrando su ropa y sus pensamientos, mientras sus brazos se tullían y dejaban de reaccionar ante los cientos de golpes que acogían sin más remedio. Sus piernas se volvieron de piedra y se resquebrajaron ante la presión de las invasoras, y con un quejido sordo, se transformaron en arena, blanca como la nieve, que poco a poco el viento arrastró sin piedad. Se sintió extrañamente aliviado. Se percató de cómo su cabello se enredaba en la maleza a su alrededor, y cómo ésta se aprovechaba del dulce puente entre ellos para atraparlo en un abrazo apasionado, del cual jamás se pudo liberar. Alcanzó su corazón a palpitar una última vez antes de convertirse en una telaraña de barro y hojas secas, y es así cómo llegó al fin de su corta existencia.

Nadie lo lloró. Sólo el roble, impasible, lloró su ausencia.

Thursday, May 14, 2009

Carmesí

Y así, nuestras almas se juntan
mientras nuestros cuerpos reposan en compañía
sintiendo el calor,
la ambrosía de dos seres,
que se unen
como las raíces que se entrelazan
para formar el tallo.

Y así tu esencia
tu vida
se dibuja en mi pecho
en mi vientre
en mis brazos
y mi boca.
Recorre mis venas
y llega al centro de mi cuerpo,
a mi corazón que palpita
sin descanso,
mientras te beso
apasionadamente
y te recorro con mis dedos,
te descubro, te acaricio.

Así es como siento tus labios,
color carmesí,
y tu pecho de terciopelo
que llenan el alma
en un abrazo eterno
que nunca acaba.

(Ok, este también lo escribí hace mucho mucho tiempo, bueno, tal vez tres meses... )

Escapar

(Hoy encontré este escrito, que ya hace mucho escribí. Lo redacté en una época un poco oscura de mi vida, pero igual me gusta mucho.)

Sí, quiero escapar... salir volando por la ventana hacia el horizonte, hacia la promesa de un nuevo amanecer, donde las nubes se entretejen con las montañas, y los árboles son la extensión de su vivir. Quiero volar con alas de cobre y oro, iluminadas por el sol del atardecer, con ese sol que abraza a los hombres, a los ríos, a las aves y a las almas. Quiero escapar de esta muerte, y por vez primera, respirar vida; que mis pulmones se llenen con aquél suave elixir, poder beber fuerza, y sentir en mi cara el aliento del cielo. Deseo volar solo por el firmamento, sin que nadie me detenga, sin que nadie me espere, sin que nadie me extrañe...



No quiero que el cielo siga derramando gotas insípidas, ni que a mi alrededor se sigan hinchiendo los vacíos de lágrimas amargas; de esas mismas lágrimas que hieren con un frío sepulcral el frágil y callado cuerpo del viento. No quiero seguir sintiendo su gélido cadáver a mi alrededor, quiero volar hacia un lugar cálido, donde el viento se apiade de mi dolor, y con manos tiernas y suaves, me acaricie. Quiero sentir su tibia piel de terciopelo contra la mía, en un lugar donde sólo yo exista...

Quiero llegar a esa isla tropical, ese lugar en el que las palmeras, altas y bellas, cual gigantes silenciosos, arrullen mi dormir; donde la sal del mar purifique mis pulmones. Quiero que a la vista no se vea rastro alguno de civilización, que sólo se pueda ver la hermosa soledad de la naturaleza imperturbable. Y que sea mía, mía y de nadie más...

Tuesday, May 12, 2009

Deseo

Hoy quería verle, mas no pude, y en mi corazón quedó un extraño sinsabor, que por más que quiera, no puedo disipar.

Me encuentro sentado en esta mesa, comiendo almojabana, sintiendo cómo baja por mi seca garganta. Escuchando su música, llenándome de pensamientos, de sentimientos, de recuerdos de caricias, y de momentos.

Siento cómo mi cuerpo ruega por su roce, ruega por volver a verlo, y mis labios añoran los suyos. Es increíble cómo, después de tanto, ha sido él el único que me ha devuelto el imperturbable amor por escribir, que creí perdido. Ha sido él mi fuente de inspiración, y por eso le doy gracias. Pero me pregunto, ¿durará acaso? No lo sé, simplemente me llenaré de vana alegría hasta que la muerte toque nuestra puerta.

Qué atrevimiento, "nuestra"; es interesante cómo mi mente ahonda en este sentimiento hasta el punto de llamarla "nuestra". Quizá sea sólo mía, o sólo suya, pero es que me siento abrumado ante tanto amor que por él siento.

Quisiera escribirle, pero es que soy muy malo escribiendo cartas. Además, tengo miedo de saber qué es lo que él siente. Aún así, me embarga el deseo de recorrer su mente, de descifrar cada uno de sus pensamientos. No, mejor no. ¿Qué sería de la vida sin la constante aventura de amar bajo el dulce velo de la irracionalidad?

No necesito más palabras, ahora, me dispondré a salir.

Pensando, pensando...

Pensé que al escribir el tiempo se pasaría más rápido... pero ahora me doy cuenta de que sucede todo lo contrario. Al escribir, al jugar con el papel y la tinta, el tiempo se detiene, como prolongando su compañía, o su ausencia. No puedo creer que sólo lleve aquí sentado una hora, pues para mí han sido siglos y siglos de esperar que el tiempo pase, de esperar que se termine mi espera.

Ya ven cómo un humano se puede equivocar al tratar de manipular cosas que ni él mismo puede comprender. He ahí la parte más humana de este hombre, la insolencia.

Un Llanto Frustrado


Ayer quise llorar y no pude. Con todas mis fuerzas traté que de mis ojos salieran lágrimas, pero ellas, imperturbables ante mi dolor, y riéndose de la angustia ante la cual mi corazón sucumbe, se rehusaron a darme un poco de la calma de la cual necesito tanto. Me sentí extraño, como un vil payaso que sin aflicción o pena alguna a llorar a un muerto se presenta. Me sentí solo, en una casa llena de muerte, de dolor, de moho que se aferra con firmeza a la húmeda y envejecida pared.

Ayer quise llorar y no pude; quizá porque mi corazón ya no está en paz, y todos saben que para poder llorar es necesario que el corazón se embriague de calma.

Sin embargo, cuando pueda llorar, no lloraré por ti, no lloraré por nadie. Lloraré porque lo necesito, porque realmente lo necesito.

Escribir

(Este poema fue hecho hace ya más de un año, incluso creí que lo había perdido, pero lo encontré y pensé en compartirlo.)

Algún día empezaré a escribir...
escribiré sobre mí
sobre mi pasado y mi
ideal futuro.

Escribiré historias maravillosas,
cuentos fantásticos,
relatos de hombres y mujeres,
de niños y jóvenes,
de amores y angustias,
de penas y sinsabores.

Escribiré desde el fondo de mi cuerpo,
desde lo más puro de mi ser,
desde ese lugar en donde
mis sentimientos son agua,
mis vivencias aire
mis alegrías luz
y mis tristeas son hielo.

Escribiré desde allí,
donde el cielo es un mar de sangre
el mar, los recuerdos de un pasado mejor,
y donde los guardianes, de mi vida
brillan cual sol de Abril
en el fondo de este encierro.

Desnudaré mi alma afligida,
y con tinta, papel y pluma
me ahogaré
en un mar de sábanas
en un mar de polvo de tiempo.

Me ahogaré en un mundo que es sólo mío,
un mundo en el que no existo,
ya que lo soy todo.

Escribiré mis aventuras
y las de mis amigos,
las de mis amores,
y mis conocidos.

Escribiré cuánto lo quise a él
y qué buena amiga fue aquella mujer.
Escribiré cuánto pase por mi corzón,
y lo profundo de su dolor.

Escribiré de día
de noche
a la hora del almuerzo
y al descanzo.

Escribiré por mí,
por él,
por ella, y por ellos.

Fatigaré mis manos
y quedaré insatisfecho,
pues nunca se puede escribir
tan rápido como se quiere,
y ya que no lograré plasmarlo todo,
seguiré escribiendo,
pues cada día habrá más que escribir,
más cuentos, más relatos,
más días
y más noches.

Monday, May 11, 2009

Palpitar

Me gusta cómo tu piel juega con la mía,
cómo se encuentran, y se rozan,
cómo se aman en silencio.

Me gustan tus caricias,
el tibio calor que desprenden tus manos
que me tocan,
y hacen que un fino hilo de sudor,
un pequeño escalofrío
recorra mi espalda.

Me gustan tus besos
y el sabor de tus labios carmesí;
El negro, cual el de una rosa, de tu pelo
y el color miel, color miedo
de tus ojos.

Me gusta la forma en que tejes tus palabras,
cómo, sin saber, creas una dulce y hermosa
melodía, con tu voz
tu suave y cadente voz.

Me gusta el miserio que veo en tu mirada,
cómo tus ojos me conectan con una realidad
mágica, fantástica
en la cual sólo tú y yo existimos.

Me gusta cómo cada vez que me tocas
me reinventas,
cómo mi piel desvanecida
al contacto con la tuya
se materializa y vuelve a respirar.

Me gusta cómo tu aliento se mezcla con el mío,
y el ritmo suave del latido de tu corazón,
y cómo en su palpitar
encuentro paz, calma
esa calma que pensé no poder volver a encontrar.

Una pequeña introducción al extraño mundo de mi literatura...

Es este, en realidad, mi primer blog. Estoy aquí gracias a un amigo muy especial, que me propuso la idea y pues, héme aquí escibiendo para un público al que no conozco.

Me gusta escibir bajo la influencia de algún sentimiento específico, así que mis escitos suelen tener un tono o bien bastante amargo, o muy enamoradizo. Aprecio cualquier crítica constructiva que deseen hacerme, pues en la vida se está para aprender cada día más.

Gracias de antemano a todos aquellos que me ayuden en la tarea de convertirme cada día en un mejor escritor,

ATTE: José Aristizábal.