Thursday, June 11, 2009

Se sentía pesado

Hace tiempo que no encontraba él, en un día como este, una pereza que se le pareciera...

Se sentía pesado, increíblemente pesado, como si durante la noche cientos de pequeñas arañas metálicas hubiesen tejido telarañas por todo su cuerpo. Veía cómo el mundo se movía a su alrededor, y se sorprendía de cuan fugaces eran las sombras y las luces que fluían, cual río vertiginoso, por los bordes de su balsa de madera, de su cama de pino y roble. Ese día especial su lecho se sentía sumamente placentero. Sus suaves manos, hechas de algodón, seda blanca y fibras sintéticas lo acariciaban como jamás lo habían hecho. El suave roce se podía comparar con el de una hermosa mujer tropical con olor a fruta. El colchón, más bien yacija, en la cual se encontraba postrado hace ya más de medio siglo, ese día, en vez de repudiarlo, lo abrazaba, lo sabía suyo. Por fin, después de tantos años, se podían aceptar mutuamente. Podían por fin vivir -o para ser más exactos, morir- en paz.

Ese día de tanta pereza , de tanta pereza por seguir luchando en vano por la vida, pudo encontrar el descanso que tanto había perseguido en vida, pero que hoy se le presentaba tierno, entre las mantas azuladas de la dulce muerte.

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